de Giovanna Castillejos
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Un sinónimo de la conciencia de identidad lo constituye la memoria, que es lo queda después de hacer balance de los olvidos.
Partiendo de ésta idea, la identidad está conformada de todo aquello reconocida como culturalmente codificada y apropiada por cualquier ser humano como algo suyo.
Por tanto no habría límites para considerar la identidad como la suma de todo e incluir como expresión de eso: signos, lenguajes, alfabetos, formas de organización,
prácticas como el yoga, la música, los alimentos, sucesos históricos como la inquisición, el holocausto nazi, la belleza de todas las artes, el internet, por mencionar algunas cosas del todo.
Tengo la sensación de que el discurso genético es como una noción de selección de particularidades que encajan en un concepto a priori. Y si este concepto fuera la identidad, toda búsqueda estaría reducida a la exclusión.
Lo cual no considero del todo errado e incluso me sugiere un concepto introducido por Jung: el inconsciente colectivo. Que llevándolo a la línea que estoy abordando se ajustaría como sigue:
Las supuestas características que conforman a la identidad son perceptibles en medida en que están conectadas por una multiplicidad de realidades.
Lo que tornaría a las características de la identidad cambiantes y efímeras, es decir, no es la “forma” lo que constituye a la identidad sino la “contra forma cambiante".
No es lo concreto lo que define a la identidad si no su relación con el otro: lo subyacente, lo oculto.
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